Muy apreciado Francisco Javier Gaxiola Fernández, Presidente de la Academia Mexicana de Jurisprudencia y Legislación,
Muy apreciado Ministro en retiro Fernando Franco González Salas a quien se le concederá ser el académico de número sitial 49,
Queridos amigas y amigos, señoras y señores académicos de número y supernumerarios.
Muy buenas noches tengan todos ustedes.
Me conmueven mucho las palabras dedicadas a su servidor por mi querido amigo Fernando Franco. Ciertamente desde que nos conocimos a principios de la década de los setenta tuvimos una gran amistad; no sólo los dos, si no las familias Franco y González o González y Franco. Incluso, todavía seguimos el inicio de esta amistad en la Universidad inglesa que nos aceptó para hacer nuestra Maestría de Administración Pública y Ciencias Políticas. Poco tendría que agregar al ilustrativo recorrido que nos narra mi querido Fernando y que nos permite entender y dimensionar, la transición de las fuerzas políticas en nuestro país, que por lo menos hasta hoy, podemos afirmar, ha sido una transición pacífica, incluso a veces, duele decirlo, consensada.
Con esto sumamos dos visiones, la de la transición democrática en las distintas etapas narradas por el Dr. Lorenzo Córdova hace unos meses, también con motivo de su ingreso a la Academia y, ahora, la visión política que nos plantea Fernando que nos permite asomarnos a las entretelas del poder.
Pero no nos quedemos tranquilos, los acontecimientos que hoy vivimos: las reformas constitucionales arrebatadas y aprobadas por hordas que tienen sed de poder; la destrucción descarada de las instituciones, la guerra sucia contra el Poder Judicial; la devaluación de las suspensiones emitidas por el mencionado Poder Judicial, que ya no se acatan o se atacan, simplemente no se cumplen.
Todo esto nos obliga a hacer un análisis en retrospectiva para entender, al menos, cómo llegamos hasta aquí. Les aseguro que no fue ni fortuito, ni circunstancial. Tampoco fue por el gran carisma o “supuesta” vocación social, ni por el amor al pueblo del dueño de la 4T. Desafortunadamente, es una responsabilidad compartida, en la que todos tenemos algo de culpa, pero especialmente quienes han detentado el poder y, en ocasiones, abdicaron a su responsabilidad política.
Y en este razonamiento me guío por el excelente libro Cómo mueren las democracias. La historia del ser humano y la política, no cambian mucho; el apetito por el poder y el deseo de ejercerlo sin límites, lo conocemos desde el estado absolutista; los intentos de quienes lo detentan por desmantelar las instituciones que los llevaron legítimamente al ejercicio de este, son versiones distintas de una misma historia. Cada vez son más frecuentes y México no es la excepción. En este texto Steven Levitsky y Daniel Ziblatt nos plantean una ruta interesante que vale la pena repasar.
Nuestra democracia no se encuentra en agonía por levantamientos, nuestras fuerzas armadas son absolutamente institucionales y no permitirían un golpe de estado; nuestra sociedad civil, aunque es fuerte, informada y participativa, en general es pacífica. Aun somos más los buenos que los malos. No ha sido por el estallido de una guerra civil, nuestra democracia está en agonía por lo acontecido el sexenio pasado.
Aquel que fue electo en las urnas, por voluntad de la mayoría y por procesos de elección en extremo cuidados, montó en cólera contra los que se atrevieron a ejercer sus atribuciones constitucionales. Nunca ha estado dispuesto a compartir el poder. Hoy nos preguntamos, ¿en qué momento nos pasó? ¿Cómo llegamos aquí? Los autores referidos nos dirían que es un caso típico en que “los políticos de la clase dirigente pasaron por alto las señales de advertencia (Hitler y Mussolini) o bien les entregaron el poder directamente o bien les abrieron la puerta para alcanzarlo (Chávez)”.
En México nadie entregó el poder, o al menos eso quiero pensar, pero sí le fueron abriendo pequeñas compuertas, a sabiendas de que se trataba de una persona que no respetaba las instituciones, que optaba por la vía del conflicto y la confrontación antes que el diálogo, que despreciaba los arreglos democráticos y siempre ponderó “su justicia” por encima de la ley.
En los sexenios 82-88 y 88-94, cuando hace sus primeras apariciones AMLO, es a través de actos subversivos –toma calles y quema pozos petroleros– que seguramente ameritaban la aplicación de sanciones. En lugar de aplicar la ley, me atrevo a decir, los que detentaban el poder optaron por aplicar recursos para acallar los ánimos
De 1994 al 2000 se va apoderando del PRD y, utilizándolo como plataforma, se candidatea al gobierno de la Ciudad de México, donde no tenía domicilio, ni residencia y solamente se le conocía por los desmanes que fue a hacer a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) alegando un supuesto fraude electoral en Tabasco. Aquí se le abrió una segunda compuerta, y le dieron una credencial de elector con domicilio en Ciudad de México (CDMX), lo que le permitió acceder a una candidatura que tenía amplias posibilidades de ganar, por las ventajas competitivas que le dejó quien le precedió.
La tercera compuerta se le abrió siendo Jefe de Gobierno de la Ciudad de México; ya en esas épocas mostraba desprecio por las resoluciones judiciales y violaba suspensiones. Se le inició un juicio político en el que resultó desaforado y que no se llevó hasta las últimas consecuencias, debido al desistimiento de quienes promovieron la acusación.
La cuarta, inmediatamente después de su derrota en el 2006, donde manda al diablo a las instituciones, integra un “gabinete legítimo”, se proclama Presidente de México y, por meses, toma la avenida más simbólica del país, estrangulando la circulación en la CDMX. Si hubo alguna conducta constitutiva de delito, nadie la vio y nadie se enteró, los hechos acontecidos no fueron ni investigados, ni sancionados.
La quinta puerta, y entrada triunfal a la toma del poder, se le abre a finales del sexenio 2012 a 2018, años en los que su movimiento político se legítima y consigue un registro como partido. ¿Se le abre o se la abren? No lo sé, lo que sí sabemos es que el gobierno en turno apuntó su arsenal al candidato de la contienda que no iba en primer lugar, apuntó al rival más débil, con lo que aseguró que el puntero se convirtiera en Presidente en el 2018. Después, la historia se cuenta sola.
Las señales de advertencia siempre estuvieron presentes, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) siempre rechazó las reglas democráticas, negó la legitimidad de sus oponentes, toleró y en muchos casos auspició la violencia y, al llegar al poder, fustigó desde el púlpito a todo aquel que se le opusiera restringiendo sus libertades civiles.
No nos preocupamos a tiempo y este es el funesto resultado.
El 5 de febrero del último año de su gobierno, dejó un paquete de reformas constitucionales, cuya aprobación le fue ofrendada como regalo de despedida y que hoy nos tiene sin órganos constitucionales autónomos, con un Poder Legislativo desbordado de poder y con la devastación del sistema de protección de Derechos Humanos. En un estado donde las decisiones se legitiman no por el pueblo, sino por la reencarnación de este. Un Estado donde ya no existe la división de poderes, más lo que se siga sumando. Cada día amanecemos con noticias que resultaban impensables y que solo son superadas con las ocurrencias del día siguiente.
A partir de este momento, observamos una embestida a las instituciones que todos los partidos políticos existentes, incluyendo Morena, ayudaron a conformar. Quien fuera partícipe en la construcción de un México constitucional moderno, también fue el responsable de darle muerte.
Un estado construido en el espacio de la posverdad, como nos lo narra José Woldenberg en su reciente columna –el espejo– que nos recuerda el libro Cómo perder un país. Los siete pasos de la democracia a la dictadura (Ece Tamelkuran), y nos señala “En el espacio de la posverdad hay que despojarse de pudor, de vergüenza. Inventa. La ciencia es un relato más, con el mismo valor que otros. El conocimiento es elitista e innecesario. Todo es igual, nada es mejor/lo mismo burro que un gran profesor”
El ejemplo más claro de esta semi autocracia que hoy vivimos es el golpe artero al Poder Judicial, y sin extenderme mucho, porque en este recinto ya se ha hablado mucho de la situación crítica que enfrenta la Judicatura en nuestro país. Simplemente refiero que algunos de los mayores avances que han dado en materia de Derechos Humanos, fueron implementados a través de sentencias y criterios jurisprudenciales en las que intervino directamente nuestro hoy honorable académico de número, un ministro de formación sólida, conocedor y respetuoso de las instituciones, de talante sencillo y discreto, caldeado en la política y conocedor de sus formas, amigo justo y compañero de muchas batallas, iniciadas allá en nuestra alma mater, la Escuela Libre de Derecho.
Como refería, la destrucción es absoluta, pero por su trascendencia para esta Academia, destaco los golpes al Poder Judicial, esos que han destruido el trabajo, compromiso y esfuerzo de tantos mexicanos, como Fernando. Los golpes han sido contra:
1.La gran reforma de 2011 en materia de Derechos Humanos que se describe sola en la lectura del artículo 1 de la Constitución y que desde el punto de vista sustantivo reconocen la progresividad de estos derechos, asegurando que los mismos sean interpretados de tal forma que prevean una mayor protección al individuo frente al Estado. Una reforma que refuerza el principio de tutela efectiva, a través de: i) tratados internacionales en materia de Derechos Humanos como nuevo estándar de control; ii) el interés legítimo, individual y colectivo;iii) amparo contra omisiones de las autoridades; y iv) la justiciablidad de los derechos sociales.
Gran parte de esta reforma que significó un avance y estándar de protección para los más desfavorecidos fue borrada parcialmente, a través de un proceso que se sustanció en escasos 6 días.
2.La institucionalidad del Poder Judicial Federal, que se venía consolidando y perfeccionando progresivamente. De la noche a la mañana se dejó sin trabajo –hasta hoy– a 1,686 mexicanos, en su gran mayoría, comprometidos, responsables, conocedores del derecho y de la impartición de justicia y que invirtieron gran parte de su vida en la carrera judicial.
Sobre el particular, el Dr. José de Jesús Orozco, quien fuera Presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, sostiene que “la conclusión anticipada y sin justificación alguna de todas las personas que integran la judicatura equivale a un cese masivo, arbitrario, que no solo viola la independencia judicial de cada una de ellas sino la independencia judicial institucional”. Esto se sostuvo en la reciente reunión de dicha Comisión, pero nada importa, el ejercicio abusivo del poder, ni ve, ni escucha.
3.Se desvanece la posibilidad de contar con un auténtico Tribunal Constitucional. Quién mejor que el recién nombrado Académico sitial 49, para explicarnos el empeño puesto por tantos mexicanos en la creación de un Tribunal que tutele y proteja los tres pilares que conforman el Estado constitucional moderno, que garantice la vigencia de los Derechos Humanos, que cuide que las leyes sean válidas material y formalmente, así como la vigencia absoluta de la división de poderes.
Si la parte sustantiva de la reforma es trágica, el diseño de la misma y sus mecanismos de implementación barruntan una catástrofe. Esperamos junto con el Dr. Luigi Ferrajoli que: “…la verdadera razón de esta reforma sea una suerte de analfabetismo institucional, y no la voluntad explícita de una involución autoritaria”.
Y abro un paréntesis para nombrar a los ilustres mexicanos que han ocupado el sitial 49, Carlos Vega Galeana, Francisco González de la Vega, Salvador Cárdenas Gutiérrez y, con mención especial, a mi querido don Sergio García Ramírez, admirador y férreo defensor de la Constitución de 1917, a la que proclamaba acta de nacimiento de los derechos sociales, por su simiente innovadora en materia de derechos y garantías sociales. En el ocaso de su vida, con una mente brillante como pocas, avecinaba la catástrofe y en cada una de sus columnas semanales nos llamaba a la reflexión, a la acción, a no doblegarnos. Su lucha fue tenaz y permanente. El 11 de enero, un día después de su muerte, El Universal publicó su última columna “Derechos Humanos, la cuestión mayor para el 2024”.
Señoras y Señores,
En México, contábamos con un Tribunal Constitucional que, sin ser autónomo, era independiente e imparcial. Sus sentencias hablaban por él, del interés genuino y empeño por configurar un orden bajo una visión progresiva. Sin duda ese poder de la última palabra, colocó a la SCJN en un lugar especial y a pesar de mantener una actitud contenida y con cierto grado de deferencia
a los otros dos poderes, despertó envidias y provocó un ataque sin tregua por parte del Ejecutivo.
Sabemos de la tensión existente entre la justicia constitucional y la democracia, conocemos la añeja discusión del control contra mayoritario o las objeciones que se han señalado al papel de la Corte como legislador negativo. Nada es razón suficiente para el desmantelamiento de nuestro máximo Tribunal. Como nos refería el Dr. Sodi recientemente, “creer que una mayoría, por abrumadora que sea, posee el derecho de cambiar los cimientos del orden constitucional, abre las puertas a las peores dictaduras formalistas que, con el pretexto de la voluntad popular, convierten a las leyes en instrumentos de dominación, en cosas, auténticamente, horrendas”.
Pero no cejemos, tomemos como ejemplo la lucha por
la democracia, que ha dado otro brillante y valiente académico, me refiero al Dr. Rafael Estrada, que en aquella ocasión, también nos alentara con una significativa estrofa de nuestro himno nacional “Antes, Patria, que inermes tus hijos, bajo el yugo su cuello dobleguen, permite que nuestra Academia hable con total claridad, que levante la voz por honrar lo mejor que tiene el sagrado nombre de México, que reivindique sus armas, las del Derecho, la tolerancia y la razón”.
Finalmente:
Para concluir diría que la propuesta “positiva”; así le llama Fernando, que nos explica al final de su excelente trabajo, no será fácil lograrla, primeramente, por el “contexto” como él lo señala, en que nos encontramos. Sin embargo, hay que seguir luchando aquí y en donde haya posibilidades de revertir jurídicamente lo que demagógicamente han logrado, que haya cambiado en México nuestro régimen de gobierno.
Lo veo difícil –nada es imposible– pero hay que atenernos otra vez al contexto no solo nacional si no internacional, especialmente viendo al norte. Ya lo dijo el constitucionalista argentino Roberto Gargarella, como lo cita Jesús Silva Herzog en su magnífico articulo El Siglo Populista, enfatizando la trayectoria de ambos eventos “el martes negro” del 5 de noviembre pasado: “entre lo de México y de Estados Unidos sucedido en esa fecha histórica, se dio el fin de la era democrática tal como la conocíamos”. Hora de empezar a pensar en otra cosa, como lo advirtió hace poco el filósofo francés Pierre Rosanvallan:
“Vivimos el siglo del populismo no el año ni la década populista”.
Por último, tengo que recordar mi ponencia para ingresar a la Academia en 2005, lo anunciado hoy es crónica escrita “se ha politizado la justicia y se ha judicializado la política”. Hoy la hipótesis es peor ya que la política se ha adueñado de la justicia.
Lamentablemente.
Muchas gracias
1 Pronunciado el 27 de noviembre de 2024.
